
Primero de Mayo, día del trabajo. ¡Qué bueno que no hubo que trabajar! El radiante sol me abrazaba con el calor de sus brillantes rayos, opacados ocasionalmente por unas rechonchas y coposas nubes que, se me antojó, también salieron a solearse, aprovechando el descanso impuesto que supone el día. Estando a centímetros de aplastar un poco de césped con el trasero me percaté de un e-mail de Manuel. El césped se salvó y con algo de entusiasmo supe que los recuerdos de este día también se salvarían, de ser olvidados. ¿Manuel? —me dije— y no pude evitar recordar gratos momentos con ese gran amigo, compañero de aventuras al que no veo hace algunos años. El correo fue enviado a las cuatro de mañana y llevaba un título que no tardó en despertar mi curiosidad y extrañeza; "Carta de un Borracho" le había puesto.