sábado, 3 de junio de 2017

Divagaciones, indecisiones

¡Hola! a cualquiera que esté leyendo esto. Como es costumbre, las entradas de este blog son prácticamente un accidente. Creo que es mejor dejarlo así, a estas alturas lo que menos me interesa es atraer público, o las expectativas que este pueda tener del blog. Es mejor no pensar en que lo que aquí escribo puede ser leído por cualquiera. En lugar de eso quiero anunciar —¿anunciar?— que desde ahora voy a tratar a este sitio como a un archivo personal de las cosas que me provoca escribir con el pretexto de mostrar algún dibujo que haya hecho. Vamos, para dejarlo claro, que desde ahora voy a tratar al blog como a uno de esos triviales diarios de adolescente —si es que esas cosas aún existen— que puedes leer o dejar de hacerlo sin haber ganado ni perdido —salvo tiempo— nada importante en el proceso.

A ello entonces. Estos últimos días me he sentido incompleto, casi podría decirse que me han amputado una parte del cuerpo, sin mi consentimiento. Me veo y observo a un pobre infeliz forzado a vivir en un mundo que no está adaptado a sus limitaciones. Me siento como el personaje secundario de un drama sin final feliz: Se que mi situación no es un completo desastre como el desgraciado protagonista, pero tampoco puedo sonreírle al gordo antipático llamado Destino. Por que sí, hoy se me antoja que el destino es un gordo antipático, que cuando lo veo lo único que hace es burlarse de mí, ponerme el pie para que tropiece; pero cuidándose de que no vaya a caer tan duro —muy considerado el gordo—.

Pero no todo ha sido tan malo, en mi deplorable estado, como náufrago aferrándose a un tronco que flota a la deriva (¡pero flota!), me he refugiado en los libros. Tan acogedores como siempre, creo que los necesitaba de vuelta. Hace bastante tiempo que tenía ganas de leer algo de Haruki Murakami y decidí comenzar con Tokio Blues, Norwegian Wood. Me ha gustado, me ha gustado mucho. Ya voy por la mitad de otro de sus libros (De qué hablo cuando hablo de correr)$^{\color{blue}*}$; pero no puedo sacarme de la cabeza la historia de Watanabe. Creo que fui absorbido por ella desde el principio; bastaron sólo unas tres sentadas para que acabara con ella. Esto, con lo ajustado que está mi horario últimamente, casi me sorprende. Ahora entiendo perfectamente su popularidad. No es una novela muy profunda ni tiene una trama muy complicada, pero me ha capturado. Qué puedo decir, podría dar el pretexto de que me encontró recortado, incapaz de defenderme y me cazó con la lástima que le tiene un león hambriento a la desdichada presa que atrapa. Una lástima tan fuerte como mi optimismo estos días.

Kafka en la orilla
Dibujo de $21,0\times29,7\text{cm}^{2}$ (13/11/2016)

Días. Días han pasado, y la historia de Watanabe, lo que ella me provocó y los pensamientos que me indujo ya no quieren ser expuestos; se resisten a atravesar el muro invisible, pero impenetrable con el que acostumbro rodearme. Una pena. Pero es mejor así, que de esta forma quede claro el despropósito de este blog. Ahora, hablando de Murakami, sólo tengo ganas de pensar que en el dibujo que muestro más arriba (que hice el año pasado) el gato es uno de los gatos de Kafka en la orilla y que la mujer es el espectro de la señora Saeki. Las aves son cuervos, por supuesto. Es un boceto muy rápido y sin mucho detalle; algo plano incluso, pero dado este ambiente de informalidad, me parece más que apropiado.

Nos vemos.

$(\color{blue}*)$ Escribí esto hace algunas semanas (no he querido modificar el párrafo), así que el dato ya está bastante desactualizado.

2 comentarios:

  1. Todos nos sentimos incompletos en algún momento...

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    1. ¡Wow, un comentario en la página! —y yo, tan astuto, vengo a percatarme casi tres meses después de que suceda—.

      Es bueno saber que alguien lee esto de vez en cuando. Gracias por tus palabras anónimo, con suerte me lees en algunos meses o quizás más tiempo.

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$\quad\quad\quad\quad\quad\quad\quad\quad\quad\quad\quad\quad\quad\quad\quad\quad\quad\quad\quad\quad\quad\small Hojas\;Rayadas$