martes, 1 de diciembre de 2015

Con pocas horas de sueño y mucha cafeína en el cuerpo

"In modern math, we create a new world in which numbers come alive as vector spaces. Each of them has a rich and fulfilling personal life, and they also have more meaningful relations with each other, which cannot be reduced to mere addition and multiplication. Indeed, we can subtract 1 from 2 in only one way. But we can embed a line in a plane in many different ways."

Edward Frenkel en Love and Math.
Es cierto, las matemáticas actuales están más que vivas. Tras su formalismo se esconden profundas verdades que van más allá de meras curiosidades envolviendo las operaciones aritméticas aprendidas en la escuela. A través de ellas se pueden explorar los secretos más íntimos del universo; incluso podemos incursionar en universos distintos al nuestro y estudiar su naturaleza y posibilidades. Ellas, por supuesto, también tienen interés por sí mismas y son un fascinante mundo por descubrir. Pero tranquilo querido lector, ya casi acabo con las mates. No pienso centrarme en ellas hoy. Siento mucho si esta inusual forma de empezar acaba de herir tu memoria recordando traumas ya superados; un enhorabuena, por el contrario, si no fue así.

Como ya debes estar sospechando, o tal vez ya sabías, Edwar Frenkel es matemático y la cita de arriba es una muestra de lo que puedes encontrar en su libro, además de su interesante historia de vida que por si misma ya es inspiradora. Tenemos pues un ejemplo de cómo un auténtico profesional habla con pasión de su trabajo. Más que el aspecto divulgativo del libro, muy interesante por cierto, hoy me interesa eso que transmite. Es este tipo de amor por el trabajo una de las cosas que siempre me ha tenido pensativo. Doy por sentado que la inmensa mayoría de nosotros simplemente no tiene la fortuna de emplear todas su energías en lo que realmente lo apasiona, en el supuesto que tengamos identificado algo que lo haga. No encuentro nada pesimista en ello, es absolutamente normal, simplemente una de las características de nuestra especie. Así que, si no te sientes en este desafortunado y abultado grupo de normalidad, ya puedes ir hinchando el pecho y dando pequeños brincos mentales de felicidad. Sin embargo, en este otro pequeño mundo de personas, digamos afortunadas, hay una cuestión de la que me quiero ocupar, muy ligeramente, por supuesto.

Es algo en lo que no había reflexionado mucho anteriormente. Solo hasta hace poco, luego de terminar Los restos del día de Kazuo Ishiguro, me he puesto a pensar en ello. Y es que la última parte del libro me ha dejado algo perturbado. Puede que sea una simpleza, pero así ha pasado. En la novela, durante seis días el mayordomo Stevens, un auténtico mayordomo inglés de la primera mitad del siglo XX, narra parte de su actividad profesional y reflexiona un poco sobre ella mientras hace un viaje en auto por el país. Este mayordomo da la impresión que respira su trabajo, está totalmente comprometido con él. De hecho, parece que lo disfruta. Llega a hacer toda una disertación sobre lo que él entiende por "dignidad" en su profesión y hasta cierto punto uno llega a tener empatía con su persona o al menos esta inspira algo de respeto. Sin embargo, pronto se advierte que Stevens realmente vive su condición de mayordomo a un nivel totalmente distinto. Está totalmente poseído por su profesión, es obsesivo, aunque también parece ser que él no es consciente de lo que esto ha implicado en su vida. Y yo me pregunto ¿cuán afortunadas son realmente estas personas?

Antes de seguir con el asunto, quiero dejar muy claro que, aunque la anterior pregunta sea generalista, me centraré en el específico caso de Stevens, que es el que me ha llamado la atención por su extremismo. De ningún modo las conclusiones que se puedan sacar de aquí aplican a todos los casos, como a nuestro buen amigo Frenkel del inicio de la entrada, por ejemplo.

Como iba diciendo, Stevens es un tipo curioso, su nivel de profesionalismo es muy elevado. Consigue controlar la carga emocional que supone la pérdida de un padre en un momento de mucha responsabilidad. Es capaz de fijarse en los detalles más mínimos cuando está controlando la salud y bienestar de una casa. Y su lealtad al señor de la casa es única; está consagrado a su servicio. Lamentablemente su carencia de emociones fuera del ámbito profesional es igual de grande que sus virtudes. Desde cosas menores como su pobre sentido del humor; pasando por algunas más graves como su falta de empatía con las personas; hasta otras terribles como el nunca haber sido consciente del daño que causó a miss Kenton con su indiferencia, hacen que nos cuestionemos la actitud de este personaje. Lo más terrible de todo es que parece ser que Stevens nunca es consciente del triste punto de vista desde el cual puede ser observada su existencia. Lo mejor que encontramos a este respecto es la certeza de que Stevens, a fuerza de un concienzudo y sistemático entrenamiento, con suerte, podrá mejorar sus chistes y así podrá sobrellevar el trato con su nuevo señor. Desalentador, ciertamente.

Entonces ¿cuánto vale la pena sumergirse en una actividad apasionante?, ¿es válido quedar obsesionados hasta niveles casi patológicos con algo? sin importar herir a alguien en el proceso. ¿Cuán deseable es quedar atrapados en un mundo de felicidad, siendo ignorantes de lo que podríamos estar perdiendo?. Pues la verdad es que no se. Como dije al principio, se que a la mayoría esto no nos afecta y preguntarse estas cosas es casi como indagar sobre una enfermedad rara que solo daña a un grupo muy reducido de personas. Aunque personas, después de todo. Además también es verdad que muchos de los grandes logros de la humanidad son el resultado de personas que vivían para su trabajo, tan obsesivamente como Stevens o aún más, y como especie nos sentimos —o deberíamos— orgullos y agradecidos por ello. Sin embargo la cuestión esta ahí, y por ahí la dejo, flotando entre sus ideas, lista para ser desechada, archivada o saboreada.

Bueno, ya ha quedado medio claro que la falta de sueño y exceso de cafeína de hoy no me están permitiendo escribir cosas especialmente lúcidas. Entonces solo me queda presentar la hoja rayada de hoy. Nuevamente, no es nada muy pensado ni especialmente trabajado —unas dos o dos horas y media de tiempo empleadas—. Como ven —espero—, se trata de una libélula con un fondo algo exótico. Una apacible casa tradicional y aislada en un tranquilo campo, y un árbol sin hojas, en un plano intermedio, que se conecta a un extraño ojo, cuyo párpado se abre como rasgando la piel del cielo.
Pequeñez
Dibujo de $12,4\times21\text{cm}^{2}$ (03/11/2015)

Lo hice sobre una hoja de papel de color azul claro. El dibujo es de unos $12,4\times21\text{cm}^{2}$. Usé los mismos bolígrafos que la última vez y además algunas tizas de colores rojo y verde, con las que improvisé un poco.

Hasta otro día, espero que me encuentren algo menos cafeinado.

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$\quad\quad\quad\quad\quad\quad\quad\quad\quad\quad\quad\quad\quad\quad\quad\quad\quad\quad\quad\quad\quad\small Hojas\;Rayadas$