Estos días ando francamente asombrado, casi, casi como una criatura que empieza a descubrir su entorno, como si reaprendiera a interpretar las señales que captan mis sentidos. No, no apreciado lector, si imaginas que ando experimentando con alguna sustancia de simpatía semejante a la manzana que mordió Adán, allí en los tiempos cuando las serpientes hablaban y la humanidad entera era invulnerable al frío, estás completamente equivocado, no hay ni el presupuesto ni las ganas para esas cosas.